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Los glaciares mexicanos están desapareciendo a un ritmo alarmante. En 2018, el glaciar Ayoloco, en el Iztaccíhuatl, fue declarado extinto, dejando solo una placa como testigo de su existencia. Este fenómeno se suma a la reducción drástica de los glaciares en el país, poniendo en riesgo las fuentes de agua de millones de personas.

Hace poco más de 150 años, los glaciares del Iztaccíhuatl cubrían 6.23 kilómetros cuadrados de la montaña. Sin embargo, el calentamiento global y el cambio climático han provocado que, de los 11 glaciares registrados en 1958, hoy solo sobrevivan tres: el del Pecho, el de la Panza y el Suroriental, que juntos suman apenas 0.2 kilómetros cuadrados.

El Popocatépetl albergó glaciares hasta el año 2000, pero la actividad volcánica y el aumento de temperatura aceleraron su desaparición. Aunque aún quedan capas de hielo en el volcán, estas no tienen movimiento ni reciben nueva nieve, por lo que ya no pueden considerarse glaciares. Paradójicamente, la ceniza volcánica ha permitido que algo de hielo se conserve en la superficie.

¿Glaciares en México? Solo uno

El único glaciar que sobrevive en México es el Jamapa, ubicado en el Pico de Orizaba o Citlaltépetl, la montaña más alta del país con 5,636 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, este glaciar ha perdido 60% de su superficie desde 1950 y, en 2019, su lecho de roca quedó expuesto por primera vez en la historia. Especialistas estiman que podría desaparecer por completo en 2030.

El deshielo del glaciar Jamapa tendría un impacto devastador en más de dos millones de personas que dependen de las cuencas del Jamapa-Cotaxtla, que nacen en el Pico de Orizaba. Ciudades como Córdoba, Coscomatepec, Orizaba, Huatusco, el Puerto de Veracruz y Boca del Río, así como algunas zonas de Puebla, reciben agua de este sistema.

Los glaciares no solo son reservas de agua dulce, sino que también ayudan a regular los ecosistemas y el clima. Su desaparición afectará los ciclos hídricos, reducirá la disponibilidad de agua y aumentará los riesgos de sequías en varias regiones del país.

El reto ahora es tomar medidas urgentes para mitigar los efectos del cambio climático y adoptar políticas de conservación del agua. La educación y la cultura hídrica juegan un papel clave para garantizar que futuras generaciones tengan acceso a este recurso vital.